Formó parte de los judíos partisanos, tropas irregulares que integraron el movimiento de resistencia judía contra la Alemania nazi y sus colaboradores durante la Segunda Guerra Mundial. Huyó del gueto de Varsovia después de su destrucción, tras un levantamiento que resistió casi un mes frente a lo inevitable.

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Terminada la guerra, emigró a Palestina y se estableció en un kibutz, una comunidad agrícola donde desempeñó diversos oficios. No volvió a casarse: su esposa y sus hijos habían muerto en un campo de concentración, adonde fueron enviados desde Polonia. En el kibutz fue siempre considerado un hombre solidario, discreto, un buen amigo.

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A los ochenta y nueve años vivía en una casa compartida con otros ancianos. Su mente permanecía lúcida; era un lector voraz y acostumbraba a caminar solo cada noche, como si el silencio le resultara más confiable que la compañía.

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Cuando le preguntaban por sus orígenes, respondía con ambigüedades. Su pasado era un territorio vedado y esa reserva se respetaba sin preguntas. Sin embargo, ahora que presentía la cercanía de la muerte, sintió una necesidad imperiosa de contar parte de su historia: cómo lucharon, cómo resistieron y cómo, en demasiadas ocasiones, lo hicieron con escaso apoyo incluso desde la propia resistencia.

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Decidió escribir un libro. Eso le daría sentido a su vida. Habló con los dirigentes del kibutz, quienes le dieron todas las facilidades. Incluso un periodista publicó una breve nota sobre el autor y su proyecto.

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Comenzó con unas notas preliminares, emocionado, casi febril. El mensaje que quería dejar era claro y contundente: ellos pelearon, no se dejaron conducir como ovejas hacia el exterminio. Empezó a escribir con entusiasmo un jueves de septiembre.

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El sábado lo encontraron sentado, con el cuerpo inclinado sobre una mesa, rodeado de papeles manuscritos. Estaba muerto. La causa de su fallecimiento no fue clara, algunos incluso pensaron en un asesinato… 

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Al revisar los textos, los dirigentes del kibutz descubrieron que no eran solo recuerdos de combates, de cómo no fueron ovejas, sino que también se describían con minucioso detalle los nombres de quienes habían delatado a los partisanos, algunos de los cuales ocupaban cargos importantes en empresas y gobiernos en varios países, especialmente en Polonia.

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El libro no iba a contar no solo cómo se luchó. Iba a explicar por qué tantos murieron.